AUTOR: Gabriel Peredo Albornoz. Comunicador Social por la
Universidad Mayor de San Simón y maestrante en el programa de Pensamiento
Complejo de la Multiversidad Mundo Real Edgar Morin. Investigador
transdisciplinario.
“Hasta que no tengan consciencia de su fuerza no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado, no serán conscientes. Éste es el problema”. George Orwell
Existe un acuerdo generalizado de que la juventud es el futuro y presente de las sociedades. Esta lectura de la realidad se aproxima desde coyunturas electorales globales y agendas de desarrollo que se disputan el rumbo de la democracia desde hace más de 30 años, con los mismos actores y patrocinadores de demandas.
Tal y como sucede con la cultura “contemporánea” y sus procesos de transición, la categoría “juvenil” o “juventud” parece tener diferentes y diversos matices que supervisadas por un sentido de “inclusión” y “pluralidad” más bien resultan en un individualismo personalista. Entonces, estaríamos entrando en el debate de la acción social y la percepción del sujeto del siglo XXI frente a/en su entorno y realidad. ¿Cómo se ha estado configurando la noción de joven en la política? Pues ciertamente la idea de incidencia que se pueda tener frente a problemáticas sistémico-estructurales devienen de la conformación de valores y formas de vida emergentes en un mundo habitado por ciudadanos consumidores de información. Es decir, existe cierta predisposición por asimilar/generar patrones y ambientes de comportamiento que denuncien y descarguen los mismos vacíos de sentido y significación con las que se construyen las demandas.
Por supuesto, es innegable la necesidad de reformas y propuestas que permitan la visibilización y solución de cualquier modo de opresión. Sin embargo, estas deben procurar visualizar la tendencia a, paralelamente, dar continuidad al status quo. En este panorama, las movilizaciones o pactos articulados revelan una fragilidad en la que, de no ser aprendida a la brevedad, será tabula rasa de los próximos discursos generacionales de fin de siglo, donde nuevamente se posicionen a los jóvenes como sector vulnerable o de principal atención política.
Hasta hace unos años mi experiencia afirmaba que para tener un cambio trascendental en el mundo de la política o de las ideas, era necesario alejarse filosóficamente del ego en el accionar político, tal y como sucede con otras posturas que afirmaban que la política no debía estar vinculada a la moral. Pues bien, hoy esa perspectiva considero que toma dimensión y campo en la realidad local/global tanto por la urgencia de preparar a nuevos líderes, como por la disputa de múltiples intereses en todas las escalas de la sociedad. Ante tal situación, más que discutir sobre cuál debe ser la prioridad en política pública, es importante prestar atención a los diálogos ecosistémicos - transgeneracionales que se generan en cada uno de los espacios desde los que se habita, piensa y actúa. Así, invito a reflexionar sobre la operatividad funcional de los DDHH que llevan a una lectura del individuo como centro y olvidan por completo la complejidad del ser humano y su complementariedad con la naturaleza, como ser que no lo hace encontrarse si no que gracias a ella le permite ser.
Ser consciente de la realidad no solamente implica resistir o luchar ante cualquier forma de hegemonía o dominación, también significa tener la capacidad de integrar la convivencia entre diferentes paradigmas temporales y atemporales: mente – cuerpo – espíritu - sueños.
BIBLIOGRAFÍA
•Ortega y Gasset, J. (1955). "La idea de las generaciones". Obras completas, Revista de Occidente. Madrid, España.
•Morin, Edgar & Otros. (2003) “Educar en la era planetaria”. Editorial Gedisa. Barcelona, España.
•Jung, Carl. (1970). “Los complejos y el inconsciente”. Alianza Editorial. Madrid, España
•Kuhn, Thomas. (1977). “La tensión esencial”. Chicago University. EEUU.
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•Kuhn, Thomas. (1977). “La tensión esencial”. Chicago University. EEUU.
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